martes, 16 de agosto de 2011

Bonampak

Llenas de la energía y de la emoción del primer sitio, volvimos al embarcadero, donde nos esperaba la camionetita que nos llevaría a Bonampak.




Aunque ella no lo recuerde, Feli se echó una buena siesta durante casi todo el camino de regreso, pero no publicaremos fotos de ella babeando... ;-) Después, tomamos la camionetita hacia la entrada del parque, y de ahí tomamos otra, con un conductor mal encarado, que nos llevó a la entrada del sitio arqueológico (ahorrándonos unos 2km de caminata bajo el sol...).

Bonampak es un sitio pequeño, pero muy bonito. Encastrado en medio de la selva, así como Yaxchilán, ofrece una vista más acogedora que el sitio anterior. Es casi como si fueras a la casa de alguien, sólo que en un lugar muy aislado.


Aquí se aprecia el tamaño de la "piedrita"


Árbol rojo o "Chaac" en maya



Lo interesante de este sitio es que se pueden ver unos frescos con sus colores de origen; y la verdad, las fotos no les hacen justicia: están preciosos.

El dintel

El dintel




Otro dintel




El hermoso árbol rojo desde lo alto
Y de pronto, sin avisar, se largó a llover. Para quienes desconozcan las lluvias tropicales que caen en este país, les cuento que puede llegar a ser una experiencia muy linda. Primero, caen unas gotas aisladas. Gotas de agua gordas, que salpican cuando percuten el suelo. Poco a poco, más gotas van cayendo; cada vez más rápido, cada vez más gotas. En el espacio de unos minutos, el cielo entero está vertiendo millones de diamantes a la tierra. Me gustan las lluvias tropicales, sobre todo en escenarios naturales como éste, porque fijan tus pies sobre la tierra, porque te muestran que eres humano, y que no eres nada comparado con lo que te rodea: por un instante, te vuelves humilde; por un instante, tu pequeño mundo desaparece ante el esplendor de la naturaleza, y tu mente se tranquiliza. Estás en paz.


Aprovechamos ese tiempo para conversar (entiéndase: Feli se puso a hablar) con un muchacho de la comunidad indígena de la selva Lacandona, que también trabajaba para el INAH como guardia del sitio. Hablamos de cómo difieren las costumbres de un lugar a otro, de los viajes, etc. Nos contó que hay gente imprudente que se mete a la selva sin conocer, y que no sale de ella. Que la gente de su comunidad conoce muy bien la selva, y aun así pueden llegar a perderse. Eso sí, conocen perfectamente las plantas y los animales que viven en ella, y saben de qué pueden alimentarse y de qué no. Nos preguntó si habíamos visto los monos aulladores y, ante nuestra negativa, nos prometió mostrárnoslos cuando dejara de llover.

Después del aguacero, decidimos proseguir con nuestra exploración, a pesar de que estuviera resbaloso. Ya que estábamos ahí, teníamos que verlo todo. 




Enorme araña

Acá se le ve la panza
Al bajar hacia la salida, nos llamó el muchacho con el que habíamos hablado antes; nos llevó a un ladito de una de las (mal llamadas) pirámides, y nos adentramos un poco en la selva, por un caminito apenas perceptible... Ahí, en lo alto, entre las ramas de los inmensos árboles, a cubierto debajo de las hojas, calladitos, estaban los monos aulladores. No hay fotos, porque no se veía mucho. Pero fue una bonita experiencia verlos en su hábitat natural. :-)


Ya en la salida había mujeres vendiendo su artesanía. Tuvimos que parar, obvio. Después de esta digresión, nos dirigimos corriendo hacia la camioneta, donde nos esperaba el conductor mal encarado con ojos rabiosos. Pero ¿a quién le importa? Conocimos lugares maravillosos, y eso es lo que nos queda.

Yaxchilán




Una de las cosas que más me maravillaron de Chiapas fue la exuberancia de la naturaleza. Más aún en los sitios arqueológicos rodeados por la selva, porque en ellos apenas si se nota la mano del hombre... En Yaxchilán fue donde me codeé por primera vez esa naturaleza magnánima y esplendorosa, tanto en su extensión como en su diversidad. Sentía yo que los árboles, desde su inmensa altura, me gritaban con desdén: "¡Crecí acá porque se me dio la reverenda gana!".
  



Desde el principio del recorrido se oían unos gritos roncos de animales. Pronto descubrimos que eran los famosos monos aulladores, que sólo oímos, porque no se dejaron ver...



Acá empezó la aventura a lo Indiana Jones...

Araña comiéndose a otra araña

Murcielaguitos descansando


El Oráculo del Sur

¡Tan ta ta taaaan, tan ta taaan, tan ta ta taaaaan, tan ta ta tan taaan!


¡Busquen a Feli!

¡Ahí voy yo!



¡Sí: llegamos hasta arriba!







El juego de pelota (¿ven a Feli?)

 


El dintel



¡Hay que subir más todavía!

¿Falta mucho?

Fruta misteriosa: ¿es una granada, es un mamey, o qué es?

El monolito hecho de estalag- (añadan según convenga: -mitas o -titas, nunca sé)

Detalle del grabado

Edificio de la Gran Acrópolis


Iguanita curiosa


Este señor perdió la cabeza (literalmente)

¡Acá tá!

Cosa redonda que probablemente sirvió para quién sabe qué...




¡Busquen a Feli!


Otro dintel

¡Y ahora hay que bajar corriendo, porque nos deja la barca...!


Yaxchilán estuvo increíble, a pesar de que tuvimos que apurarnos la mitad del recorrido, porque sólo teníamos dos horas para ver todo... Ni modo: ¡habrá que volver!