miércoles, 13 de julio de 2011

Palenque city

Salimos de Toniná un poco a las corridas, primero porque de repente, a lo alto de la pirámide más alta, nos vimos rodeadas por un grupo de estadounidenses gritones, que nos ahuyentaron como la citronela a los mosquitos...; segundo porque teníamos que seguir camino y, como nos dimos cuenta después de bajar todas las plataformas, ya habían pasado cuatro horas desde nuestra llegada...; tercero porque las negruzcas nubes que se estaban conformando por encima de la copa de los árboles no auspiciaban nada bueno...

Tomamos un transporte público hacia Ocosingo y nos dirigimos hacia el mercado municipal que, según la guía mexicana adquirida en el aeropuerto, valía mucho la pena ser visitado. Decepción total. En el mercado sólo vendían productos chinos, o por lo menos de apariencia, y unos pocos y tristes jitomates (alias tomates para los no mexicanos) y cebollas que se ofrecían en los pocos puestos abiertos. La lluvia, que se acabó de largar con ganas cuando recién entramos al mercado, nos indicó que era hora de pensar en partir. 

Cuando paró un poco, caminamos hasta la estación, y ahí fue cuando se largó la lluvia en serio: de esas lluvias tropicales como sólo he experimentado en México y en Brasil (claro, son países tropicales), y que dejan deslumbrado a cualquier habitante de zona templada por su violencia y su aparente infinitud. El autobús a Palenque salía a las 4:30 p.m. pero acabamos saliendo bien pasadas las cinco, por culpa del diluvio.

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Llegamos a la ciudad de Palenque de noche, muy cansadas y hambrientas; y nos dedicamos a la búsqueda de un hotelito BBB (bueno, bonito y barato), que estuviese en las cercanías de la plaza central. Nos acomodamos muy bien en uno cuyo nombre en maya nunca pudimos recordar (hasta la fecha), en donde nos ofrecieron un descuento sin que lo pidiéramos por quedarnos un par de noches.

Cumplida la primera misión, y después de refrescarnos un poco, salimos en busca de un restaurancito, fonda o lo que fuera que ofreciera comida chiapaneca en su menú. Misión fallida totalmente. Todos los restaurantes de la zona parecían aquellos de los "resorts todo incluído" en los cuales la comida es todo menos mexicana. Vencidas por el cansancio, decimos cenar en uno de ellos, de aspecto razonable y en el cual había mucha gente aún. La generosidad en las porciones suplió a la exquisitez de los patillos. Bah, no estaba feo, pero tampoco era la gran cosa. Eso sí, salimos rodando.

Última misión del día: conseguir un tour para Yaxchilán y Bonampak. Para como estaba todo, acabamos tomando el que nos ofrecieron en el hotel, que además de barato, ofrecía la comodidad de que nos fueran a buscar a la puerta a la maña siguiente.

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La ciudad de Palenque, en general, me dio una impresión bastante negativa. Es de esas ciudades-vampiro que aparecen de la nada, como fantasmas, y subsisten succionando el dinero de los turistas. Ninguna tradición antigua que se transparentara en la mirada de la gente, sólo una $ en cada ojo al voltear a vernos como si fuésemos corderos regordetes y ellos, lobos hambrientos. Exagero un poco, pero fue una sensación incómoda que me dio el lugar.






viernes, 8 de julio de 2011

Pirámides

La razón por la cual dejamos de publicar es porque nos fuimos 3 días a la selva a subir pirámides, y luego estábamos tan agotadas (por lo menos yo), que no tenía neuronas suficientes para seguir con el blog.

Ya estamos en el DF, pero yo ando en un congreso de guionismo que es todo el día, y Feli paseando por aquí, así que el proceso será lento... Para los impacientes: dicen que la paciencia es una virtud. ;)


Después de Zinacantán (donde vimos y compramos artesanías hechas en telar, y comimos unos riquísimos taquitos de quesito fresco con pepita asada y molida, hechos con unas deliciosas tortillas hechas a mano, y una salsita fresca de chuparse los dedos...), despues de Zinacantán, decía, fuimos a Ocosingo con la intención de visitar el sitio arqueológico de Toniná.

Tomamos el autobús en la estación, y comenzamos a constatar con horror (nos habían avisado...) que así como en San Cris hacía frío, en todo el resto de Chiapas hace calor. Mucho calor. Y además el aire acondicionado del bus no servía... Para no hacerla tan larga, llegamos (yo, un poco mareada de tanta curva) a Ocosingo y tomamos un taxi al sitio.

El museo es chiquito y, a pesar de que las piezas se ven interesantes, las explicaciones no ayudan mucho: son confusas y complejas. Luego una caminatita de menos de un kilómetro para llegar a las primeras ruinas.

Feli mostrando el juego de pelota (¿la ven?), Toniná 


Aviso para Ana Gtz: no veas la siguiente foto 



Mariposa, Toniná

Feli en las escaleras de la casa, Toniná
(la botella sólo la dejamos ahí el tiempo de tomar la foto)

Relieve, Toniná 
Lo particular de Toniná, si entendí bien, es su construcción por plataformas: hay siete, y en cada una de ellas, una o varias construcciones.

Vista desde arriba de la última pirámide sobre la séptima plataforma, Toniná


Hormiga gigante, Toniná

Panorámica 1, Toniná

Panorámica 2, Toniná


Panorámica 3, Toniná

viernes, 1 de julio de 2011

San Cristóbal de las casas y alrededores

Iglesia de Santo Domingo, San Cris. (restaurada) 

Ayer jueves paseamos por San Cris: caminamos por los andadores peatonales; vimos la catedral, la plaza central, el palacio municipal; aprovechamos también para detenernos en las múltiples agencias de viajes para pedir información sobre los distintos tours que se organizan a partir de aquí o de Palenque.

Acabamos algo cansadas y, siguiendo la recomendación de una de los agentes de viajes, fuimos a cenar al Fogón de Jovel, un restaurante adornado "a lo chiapaneco", cuyos meseros vestían trajes tradicionales (originarios de Chamula, creo), y que ofrecía platillos tradicionales. Un lugar hecho para turistas, bah. Pero nos cenamos una Sopa de pan cada una y unos Tamales coletos entre las dos que nos dejaron chupándonos los dedos y con la panza llena a reventar. ¿Qué más pedirle a la vida?

Hoy nos levantamos temprano, después de una fresca noche, y tras ingerir unos indispensables mates (sobre todo para Feli, jeje), nos dirigimos hacia el centro para tomar el transporte hacia San Juan Chamula y Zinacantán.

San Juan Chamula

En este pueblo y en sus alrededores vive una importante comunidad indígena, los Chamulas, que se organiza social y políticamente mediante el régimen de usos y costumbres. Su templo es muy visitado, porque encierra curiosidades que atraen al turista interesado en las culturas de los pueblos indígenas.

 Iglesia de San Juan Chamula 


Para empezar, el acceso a la iglesia es pago: 20 pesos mexicanos por persona, a cambio de un boleto que especifica en tres idiomas (español, francés e inglés) que está absolutamente prohibido tomar fotografías del interior del templo, de los ministros o de cualquier persona vinculada con la iglesia, so pena de ser sancionado . Luego, dentro de la iglesia no hay bancas. El piso está cubierto por hojas de pinos y sobre las paredes laterales de la nave están ordenadas vitrinas que encierran a diversos santos. Hay flores por todas partes: unas conforman unas bolas gigantes que cuelgan del techo, otras adornan las vitrinas. Hay telas estampadas muy bonitas que cuelgan del centro del techo hacia los lados, y el techo que domina el altar principal está ornamentado con estrellas doradas y con las figuras de los dioses mayas que simbolizan respectivamente los puntos cardinales (águila, jaguar, ...). Por aquí y por allá hay pequeños grupos de personas (una, dos, tres ó cuatro a la vez), a veces arrodilladas, a veces de pie, hablando en voz alta en tsotsil (su lengua), ante pequeños cirios encendidos y ordenados en hileras más o menos abundantes y de distintos colores. Se trata de curanderos, o hiloles , que realizan su trabajo de curanderos, es decir médicos tradicionales, limpiadores del cuerpo y del espíritu.

Después de tanta emoción, fuimos a reponernos con una sopita.

Caldo de res ahumada, San Juan Chamula 
 

Feli se acabó la sopa... ¡muy bien! 

Después de eso, caminamos un poco por el pueblo, vimos las artesanías que producen los indígenas de esta comunidad, y sucumbimos ante algunas de ellas...

Traje chamula 

Zinacantán

De San Juan Chamula tomamos un transporte a Zinacantán, un pueblo distante de 7 km, según el señor que nos llevó en su taxi, y ubicado en la otra ladera del monte. Un hermoso paisaje boscoso rodea Zinacantán, un pueblo indígena también, pero mucho menos visitado por el turismo que el anterior.

Iglesia de Zinacantán 

Ni bien bajamos del coche que nos aborda una jovencita, orgullosamente ataviada con su traje tradicional, ornado con flores bordadas de colores morados y rosados, y nos propone ir a ver cómo trabajan con el telar y mostrarnos un traje de novia. "¡Bueeeno!", exclamamos al mismo tiempo mi prima y yo, y seguimos a la muchacha que nos encaminó hacia unas niñas igualmente engalanadas, quienes finalmente fueron nuestras guías hacia el taller de telares.