Salimos de Toniná un poco a las corridas, primero porque de repente, a lo alto de la pirámide más alta, nos vimos rodeadas por un grupo de estadounidenses gritones, que nos ahuyentaron como la citronela a los mosquitos...; segundo porque teníamos que seguir camino y, como nos dimos cuenta después de bajar todas las plataformas, ya habían pasado cuatro horas desde nuestra llegada...; tercero porque las negruzcas nubes que se estaban conformando por encima de la copa de los árboles no auspiciaban nada bueno...
Tomamos un transporte público hacia Ocosingo y nos dirigimos hacia el mercado municipal que, según la guía mexicana adquirida en el aeropuerto, valía mucho la pena ser visitado. Decepción total. En el mercado sólo vendían productos chinos, o por lo menos de apariencia, y unos pocos y tristes jitomates (alias tomates para los no mexicanos) y cebollas que se ofrecían en los pocos puestos abiertos. La lluvia, que se acabó de largar con ganas cuando recién entramos al mercado, nos indicó que era hora de pensar en partir.
Cuando paró un poco, caminamos hasta la estación, y ahí fue cuando se largó la lluvia en serio: de esas lluvias tropicales como sólo he experimentado en México y en Brasil (claro, son países tropicales), y que dejan deslumbrado a cualquier habitante de zona templada por su violencia y su aparente infinitud. El autobús a Palenque salía a las 4:30 p.m. pero acabamos saliendo bien pasadas las cinco, por culpa del diluvio.
Llegamos a la ciudad de Palenque de noche, muy cansadas y hambrientas; y nos dedicamos a la búsqueda de un hotelito BBB (bueno, bonito y barato), que estuviese en las cercanías de la plaza central. Nos acomodamos muy bien en uno cuyo nombre en maya nunca pudimos recordar (hasta la fecha), en donde nos ofrecieron un descuento sin que lo pidiéramos por quedarnos un par de noches.
Cumplida la primera misión, y después de refrescarnos un poco, salimos en busca de un restaurancito, fonda o lo que fuera que ofreciera comida chiapaneca en su menú. Misión fallida totalmente. Todos los restaurantes de la zona parecían aquellos de los "resorts todo incluído" en los cuales la comida es todo menos mexicana. Vencidas por el cansancio, decimos cenar en uno de ellos, de aspecto razonable y en el cual había mucha gente aún. La generosidad en las porciones suplió a la exquisitez de los patillos. Bah, no estaba feo, pero tampoco era la gran cosa. Eso sí, salimos rodando.
Última misión del día: conseguir un tour para Yaxchilán y Bonampak. Para como estaba todo, acabamos tomando el que nos ofrecieron en el hotel, que además de barato, ofrecía la comodidad de que nos fueran a buscar a la puerta a la maña siguiente.
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Cumplida la primera misión, y después de refrescarnos un poco, salimos en busca de un restaurancito, fonda o lo que fuera que ofreciera comida chiapaneca en su menú. Misión fallida totalmente. Todos los restaurantes de la zona parecían aquellos de los "resorts todo incluído" en los cuales la comida es todo menos mexicana. Vencidas por el cansancio, decimos cenar en uno de ellos, de aspecto razonable y en el cual había mucha gente aún. La generosidad en las porciones suplió a la exquisitez de los patillos. Bah, no estaba feo, pero tampoco era la gran cosa. Eso sí, salimos rodando.
Última misión del día: conseguir un tour para Yaxchilán y Bonampak. Para como estaba todo, acabamos tomando el que nos ofrecieron en el hotel, que además de barato, ofrecía la comodidad de que nos fueran a buscar a la puerta a la maña siguiente.
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La ciudad de Palenque, en general, me dio una impresión bastante negativa. Es de esas ciudades-vampiro que aparecen de la nada, como fantasmas, y subsisten succionando el dinero de los turistas. Ninguna tradición antigua que se transparentara en la mirada de la gente, sólo una $ en cada ojo al voltear a vernos como si fuésemos corderos regordetes y ellos, lobos hambrientos. Exagero un poco, pero fue una sensación incómoda que me dio el lugar.
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